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sábado, febrero 02, 2013

SUPERSTICIÓN


Nunca creí en supersticiones pero cierto es que aquel día, al pasar el puente viejo camino de la Iglesia, un enorme gato negro cruzó raudo por delante de mi ; me quede inmóvil en acto reflejo y el animal aprovechó, desde su improvisado refugio en una piedra de la cuenta, para clavar su mirada en mi con un brillante destello, haciéndome estremecer; aun no había amanecido, el silencio era pleno , la oscuridad y la niebla me transportaban a algún imaginario lugar muy cercano a las puertas del fin del Mundo.


Continué mi trayecto con una sensación de extraña zozobra que me mantenía en alerta, presentía que algo iba a ocurrir y tardé poco en confirmar mi intuición, pues  llegando al Templo, pude ver con espanto, como alguien saltaba al vacío desde la torre del campanario.

Corrí al encuentro de la desgracia, me arrodille con una ilusión de atisbar su pulso pero fue inútil, al volver el cuerpo que yacía en posición decúbito prono, ya era un cadáver sanguinolento.

Me despojé inmediatamente de mi hábito, cubrí el cuerpo por entero y corrí desgañitado en dirección a la aldea, las luces débiles del alba me abrían camino.

Al escuchar los gritos solicitando auxilio, salieron a mi encuentro varios parroquianos que no podían dar crédito a la aterradora anunciación siguiéndome prestos al lugar del hecho; precedían la comitiva el cura y el médico.
La sorpresa de un calibre desmesurado, fue encontrar la túnica tendida sin nada más que una raposa muerta debajo. Los rostros de los presentes eran de estatua, confusos y aturdidos todos ellos me miraban interrogantes esperando una explicación, algo que no pude facilitar pues solo Dios sabe que lo que yo presencié era certero y que lo que teníamos delante parecía una broma del maligno,  que usándose de mi,  había engañado a los demás con algún fin oculto. Así expuse mi pensamiento con el corazón sincero y ninguno de los que allí estaban me creyeron, dudando en consenso de mi salud mental.

No puedo hacer un cálculo del tiempo que transcurrió hasta que el cuerpo golpeó contra el suelo cuajado de escarcha, no quiero recordar el sonido que sobrecogió mi alma para siempre y que aun hoy, atormenta mi descanso en el lecho todas y cada una de las temidas noches de mi existencia, no puedo olvidar los ojos desesperadamente abiertos de aquella funesta muchacha que inducida por alguna fuerza ajena, decidió quitarse la vida de ese modo y que yo fuera su único testigo.

No quiero convencerme de que lo soñé porque sería engañarme a mi mismo que a fin de cuentas, es con la única compañía que cuento desde aquel siniestro día en el que mi vida, es solo una ilusión de otrora en el que no creía en supersticiones.

domingo, julio 08, 2012

ENERO DEL AÑO DOSMILNIEVE





Aquella mañana me desperté cuando sonó el teléfono, era mi amiga Pili para decirme, que mirara por la ventana. Un silencio extraño mayor que el habitual a esas horas de la mañana me hizo sospechar que algo inusual estaba ocurriendo. Entre risas y sin dejar de parlotear como siempre me acerqué a la ventana y cual fue mi sorpresa al descubrir ese manto blanco, frío y silencioso que cubría el pueblo por entero.

Hacía mucho tiempo que no caía así, era enero del año 2009. 

Yo no tenía indumentaria apropiada pero pronto mi amiga me proporcionó unas botas muy grandes para poder salir a pasear por las calles.

Nos encontramos con muchos habitantes, caminando de allá para acá como mutantes, pues una capa de hielo se escondía traidora debajo del blando manto, obligando a las personas a caminar en parejas o grupos, agarrados unos a otros para no caer.
Fue una fiesta fascinante, las gentes se lanzaban bolas sin conocerse de nada, se rebozaban por el suelo, incluso se llegó a mantear a alguien contra su voluntad, y mas de uno se rompió un hueso.

Pasamos el día celebrándolo todos juntos, de un bar a otro, visitamos todos y cada uno de los bares del pueblo sin dejarnos ninguno. Aquel blanco rodeándolo todo te hacía perder el sentido de la orientación y nos perdíamos una y otra vez yendo a parar al mismo sitio.

Acabamos el día de madrugada, sin barra de pan, que fue mi objetivo inicial al salir, compartiendo una manzana con dos ancianos amigos, mientras me dormía de puro agotamiento recostada en la mesa de mi cocina.

Tras tres días incomunicados en aquel lugar, la ansiedad nos hizo presos a mas de uno, y lo que en principio fue lindo y novedoso, se convirtió en un horror de montañas embarradas, apartadas por los rincones y un suelo helado, imposible de transitar.

Guardo el recuerdo como un gran tesoro, fue uno de esos momentos maravillosos que nos regalaba aquel lugar, aquellas personas que allí estábamos generando vivencias que no se pueden olvidar.

Gracias a todos los que estáis, los que permanecéis y los que ya os habéis ido, siempre recordaremos aquellos días fríos, pero al mismo tiempo cálidos, que pasamos juntos.