Estaba justo enfrente, nos habíamos desplazado en el asiento sincronizadas, mirándonos con idéntica expresión, cuando el pasajero de mi izquierda y el de su derecha, se habían levantado para apearse, llegando a Callao. Los que entraron ocuparon los asientos, algunos permanecieron de pie, impidiendo que nos viéramos, aunque nuestros ojos se cruzaron levemente entre los cuerpos, En Chueca se liberó el espacio de nuevo. Justo enfrente otra vez. ¡Cuánto nos parecíamos!. Hasta se le caía sobre los ojos el mismo mechón de pelo. En Rubén Darío nos levantamos al tiempo, la perdí de vista cuando las puertas se abrieron.
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