Etiquetas

Mostrando entradas con la etiqueta #microrrelatos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta #microrrelatos. Mostrar todas las entradas

viernes, mayo 31, 2024

El Reflejo

Estaba justo enfrente, nos habíamos desplazado en el asiento sincronizadas, mirándonos con idéntica expresión, cuando el pasajero de mi izquierda y el de su derecha, se habían levantado para apearse, llegando a Callao. Los que entraron ocuparon los asientos, algunos permanecieron de pie, impidiendo que nos viéramos, aunque nuestros ojos se cruzaron levemente entre los cuerpos, En Chueca se liberó el espacio de nuevo. Justo enfrente otra vez. ¡Cuánto nos parecíamos!. Hasta se le caía sobre los ojos el mismo mechón de pelo. En Rubén Darío nos levantamos al tiempo, la perdí de vista cuando las puertas se abrieron.

Fugitivo

Estaba justo enfrente. Había subido en Casa de Campo. A pesar de la gabardina que cubría por entero su total envergadura, enormes pezuñas y una larga trompa gris con pelos negros, asomaban por el bajo. Miré al rededor buscando a alguien que viera lo mismo que yo; los pasajeros, indiferentes, viajaban con aire cotidiano, leyendo, dormitando..., nadie confirmaba mi sospecha. Me guiñó un ojo, sonreí. No había duda, era el elefante fugado del zoo.


miércoles, mayo 15, 2024

Aquel páramo

De allí nadie volvía. Decían que era un laberinto oscuro y fangoso en el que, si tenías la desgracia de entrar, eras fagocitado pasando a formar parte de un espacio infinito plagado de lagunas mentales, cada vez más profundas, no sabías quien eras ni conocías a nadie, convirtiéndose tu existencia en una irremediable huida a ninguna parte. Primero confusión, luego negación, algunas veces ira y más tarde aceptación de la regresión a una infancia eterna, en la que se cerraba el círculo y por fin morías. Demencia, creo que se llamaba aquel páramo.

martes, mayo 07, 2024

Modus operandi

Pagaba al asesino por el trabajo realizado, avisaba a la policía, se ponía la bata de guatiné atada a la cintura, se cogía los rulos y permanecía tras los visillos hasta que atisbaba el resplandor del coche patrulla. Apresurada, salía a la puerta, haciendo señas para que supieran que era ella quien había llamado. Les contaba lo que, en su imaginación, había sucedido con todo lujo de detalles. Era así como aplacaba, la buena señora, su afán de protagonismo. Con este modus operandi, fue como gastó los ahorros y acabó con el vecindario poquito a poco.