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domingo, abril 14, 2024

Este tampoco

Se llama Juan, como papá, dijo Adelaida entrando en el cuarto donde su madre cosía frenéticamente a máquina; pretendiendo que fuera un motivo para aceptar, esta vez, a su decimocuarto novio en lo que iba de mes. La madre, paró de coser, levantó la mirada abatida, por encima de sus pequeñas gafas y escrutó al individuo de arriba abajo. Tras varios minutos de sepulcral silencio, se levantó acercándose a su hija y le dijo, poniendo una mano en su hombro: _Adela, hija. Es hora de que sepas, que Juan, no era tu padre.

La Pócima

Una calavera pequeña, un rabo de lagartija, tres pelos de rata, la lengua de una rana, un ojo de serpiente, un buen chorreón de aove y sal, todo ello cocido en las lágrimas de una mujer desolada, cuándo la válvula empiece a sonar, bajar el fuego a media potencia para que reduzca, después dejar enfriar, colar y beber el brebaje resultante.
Cuando releí la receta en mi libreta, supe que excepto las lágrimas de mujer desolada y la sal, me sería muy difícil conseguir los ingredientes, sobre todo el chorreón de aove. 

El fin

Me preguntaba en qué momento se había complicado tanto ser poeta, supongo que mucho tenía que ver la falta de campos cuajados de flores, ya no llovía. El aroma petricor se comercializó de imitación en frascos pequeños, solo accesible a los multimillonarios que se fueron a Marte. La luna, hacía décadas que no sabíamos dónde estaba, por la contaminación lumínica. Los vientos y huracanes habían hecho proliferar los refugios subterráneos, invadiendo el inframundo. Los pocos que salían a estirar las piernas, iban pertrechados de escafandra y gafas de sol, no nos mirábamos a los ojos. La verdad es que no había donde ponerse a esperar las musas.