Aquel páramo
De allí nadie volvía. Decían que era un laberinto oscuro y fangoso en el que, si tenías la desgracia de entrar, eras fagocitado pasando a formar parte de un espacio infinito plagado de lagunas mentales, cada vez más profundas, no sabías quien eras ni conocías a nadie, convirtiéndose tu existencia en una irremediable huida a ninguna parte. Primero confusión, luego negación, algunas veces ira y más tarde aceptación de la regresión a una infancia eterna, en la que se cerraba el círculo y por fin morías. Demencia, creo que se llamaba aquel páramo.
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